PALABRAS DEL PRESIDENTE VICENTE FOX QUESADA, DURANTE LA PRESENTACIÓN DEL QUINTO INFORME DE GOBIERNO
México, D.F., 1º de septiembre de 2005
Honorable Congreso de la Unión:
Transparencia y rendición de cuentas son imperativos de la democracia.
En cumplimiento con lo dispuesto por el artículo 69 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, acudo a este Honorable Congreso de la Unión, y hago entrega del informe escrito sobre el estado general que guarda la administración pública del país.
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En estos volúmenes se presentan, de manera amplia y detallada, los datos que dan cuenta de los resultados que el gobierno ha alcanzado durante este último año, con la decidida participación de la sociedad.
El Informe será complementado con la glosa que los miembros del gabinete harán, a solicitud de esta Soberanía, sobre lo realizado en las áreas de su competencia.
Agradezco la invitación que me hace el Poder Legislativo a su acto de apertura del periodo ordinario de sesiones, para dirigirme a los representantes del pueblo de México y a los ciudadanos.
Este acto es una oportunidad para mostrar la relación de pleno respeto entre el Legislativo y el Ejecutivo.
Haciendo eco de lo expresado por muchos de los miembros de este Congreso, hoy se pone fin a un rito. Hoy se transforma el sentido de un acto en el que se compilaban y presentaban cifras favorables al gobierno, para lucimiento del Presidente en turno.
El futuro de la nación es una tarea colectiva. Propongo que hagamos un alto en el camino para hacer una reflexión política sobre los avances de México y también sobre nuestros desafíos.
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La vitalidad de un país se expresa en su capacidad de renovación.
Hace cinco años, las y los mexicanos unimos nuestras voluntades para hacer triunfar a la alternancia. Gracias a esa gesta, nuestro país cuenta ahora con un consenso en favor de la libertad, la equidad y la justicia.
El punto en el que hoy nos encontramos es resultado de la voluntad y el trabajo de todos: de la sociedad y sus organizaciones, de los Poderes de la Unión, los gobiernos locales, los partidos políticos y los medios de comunicación.
Es también resultado de la lealtad y la entrega de las Fuerzas Armadas y de su incondicional apoyo a la democracia.
Todos han entregado su corazón a esta causa. Todos han entregado lo mejor de sí mismos a la democracia.
La historia nos ha enseñado que sin ley no hay libertad.
Estamos construyendo un México más fuerte, con una nueva generación de leyes e instituciones que protegen mejor el interés común, y expanden y garantizan los derechos.
En democracia, la libertad refleja los sentimientos de la nación.
Estamos construyendo una patria fuerte, donde la autonomía y la igualdad son pilares de la acción ciudadana. Las libertades de expresión y de prensa, de asociación y reunión son resultado de una larga lucha por la democracia.
Hemos cambiado la censura por la libertad.
En el México democrático de hoy, el debate, el disenso y la crítica son reflejo de una vitalidad social que se expresa abiertamente; son reflejo de una ciudadanía más informada, más consciente de sus derechos y más participativa.
Hemos asegurado a la ética un lugar fundamental en la vida política.
La transparencia y el acceso a la información pública se arraigan como derechos ciudadanos inalienables y preciados bienes públicos. Ambos constituyen una barrera eficaz contra la corrupción.
La democracia es una conquista de largo aliento. México tiene hoy instituciones sólidas, una sociedad más fuerte y participativa y un gobierno que defiende y respeta los derechos fundamentales de las personas.
Apoyados en los más altos valores, formamos un gobierno que rinde cuentas; que incluye la voz de los ciudadanos y que defiende la supremacía de la ley; un gobierno que escucha las demandas de la sociedad, las hace suyas y las atiende.
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En el balance de nuestra democracia hay logros significativos y retos ineludibles.
Uno de los principales avances es haber dado vigencia plena a una genuina división de Poderes, que es la esencia de la República. Hoy cada Poder ejerce sus funciones con autonomía.
Los ciudadanos exigieron acabar con el peso agobiante y la influencia desmedida del Ejecutivo sobre los otros Poderes y sobre los otros órdenes de gobierno. Así lo hemos hecho.
Hemos puesto fin al excesivo poder que concentraba en sus manos el Presidente. Hoy la sociedad espera y demanda un mayor respeto y cooperación entre Poderes.
La existencia de frenos y contrapesos garantiza el equilibrio de la acción pública. Ahora, los tres Poderes están comprometidos a desempeñar su mandato, velando por la gobernabilidad democrática.
La vitalidad del Congreso habla de la dimensión de nuestra democracia. El Poder Legislativo ha dado importantes pasos en favor de un marco legal propicio para el ejercicio democrático. Muchas de las leyes que han sido aprobadas en este recinto constituyen un hito en la vida política del país.
Sin justicia no hay democracia. El Poder Judicial ha sido uno de los protagonistas más activos del cambio político; es el fiel de la balanza entre Poderes y garantiza el imperio de la Constitución en la República. Desde ese Poder se ha acotado al poder.
Las situaciones inéditas por las que ha atravesado nuestra democracia han sido resueltas por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, mediante decisiones que han fortalecido a las instituciones y a México.
Estamos descentralizando el poder. El nuevo vigor de nuestra democracia es producto de un federalismo cada vez más pleno. Hoy los gobiernos locales tienen más atribuciones y más recursos públicos. Hoy cada entidad federativa, cada municipio, toma sus decisiones en un marco de mayor libertad y autonomía.
La sociedad ha exigido al Ejecutivo actuar con el máximo sentido de responsabilidad. Nos ha exigido mirar por el bien de la nación en el corto, mediano y largo plazos. Estamos respondiendo a ese mandato.
La era de las crisis económicas recurrentes ha llegado a su fin. La estabilidad es el piso firme del crecimiento, el bienestar y el progreso. La estabilidad permite que los ingresos rindan más y los ahorros no se diluyan en la inflación.
México está hoy en la ruta hacia un futuro de mayor prosperidad y justicia social.
Soy el primero en reconocer que, todavía, no alcanzamos el ideal de una sociedad que satisfaga plenamente las necesidades fundamentales de todos los ciudadanos; que estamos aún por debajo de lo que México demanda y merece.
No obstante, es innegable que hoy tenemos una economía sustentada sobre bases más sólidas.
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La pobreza es el mayor reto del Estado mexicano. En su combate se decide el futuro de la nación.
En una sociedad incluyente, la pobreza no puede ser un destino para nadie.
La pobreza lastima. La desigualdad ofende.
El mandato de la ciudadanía ha sido conjugar democracia con desarrollo económico y equidad social; el mandato ha sido arribar a una democracia integral.
La sociedad ha conquistado más oportunidades para una vida digna. Estamos atacando las verdaderas causas de la pobreza y la desigualdad.
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Hoy la democracia garantiza a los mexicanos el acceso a la salud.
Ésta ha sido otra gran exigencia y otro gran logro ciudadano.
Con el apoyo de ustedes, señoras y señores legisladores, y con la participación de los gobiernos de todas las entidades federativas y de la sociedad, México ha dado importantes pasos para una transformación que nos permitirá lograr la cobertura universal en salud.
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El acceso de más niños y jóvenes a la escuela es una clara expresión de equidad.
Sin una educación de calidad para todos no hay progreso ni desarrollo. La educación es el único camino seguro al porvenir.
En la nueva escuela mexicana se forman personas y ciudadanos. Con conocimientos y con valores humanistas y democráticos, en ella se prepara a quienes habrán de encarar los retos del México del mañana.
La educación acerca a los estudiantes a los adelantos de la ciencia y de la tecnología, disminuyendo la brecha del conocimiento.
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Con su trabajo y ahorro, con nuevas y mejores condiciones, hoy miles de familias han convertido el derecho a la vivienda en una realidad.
Lo que antes era privilegio de pocos empieza a ser una conquista de muchos. Ahora las familias pueden ver el fruto de su esfuerzo reflejado en un patrimonio; en un techo propio que es sinónimo de seguridad.
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Estamos profundizando el sentido de la democracia, al llevar sus principios, valores y prácticas a todos los ámbitos de la vida pública.
Hoy la democracia no se agota en el ejercicio de los derechos políticos y civiles, sino que incluye también la aspiración al ejercicio pleno y universal de los derechos sociales.
Detrás de este gran movimiento está la firme convicción de una sociedad que ha decidido tomar en sus manos las riendas de su futuro.
Todos estos logros políticos, económicos y sociales son mérito colectivo; son avances que configuran un país mejor al que existía hace sólo unos cuantos años.
No obstante, sería inútil negar que hay muchos otros desafíos que encarar para alcanzar el ideal de una democracia plena.
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La función esencial del Estado es brindar protección a la sociedad.
La inseguridad es el problema que más preocupa a la gente; es el problema en el que el gobierno federal, los gobiernos de las entidades federativas y los municipios, así como los Poderes de la Unión tenemos más deudas pendientes.
Éste no es un problema de ayer ni se puede resolver en un día. Poner fin a la criminalidad requiere que vayamos todos a fondo.
El gobierno federal ha actuado con determinación para combatir la delincuencia y las causas que convergen en la inseguridad.
Debemos garantizar la tranquilidad social. Es preciso revisar y adecuar el marco legal vigente. Tenemos que rediseñar nuestras instituciones para que funcionen de manera más eficaz en el combate a la delincuencia.
La seguridad exige también el compromiso de todos los miembros de la sociedad de respetar y cumplir la ley.
Hablemos con la verdad. El país necesita nuestra respuesta ahora. El gobierno federal es sólo una parte del Estado, y la inseguridad es un problema de Estado que demanda un mayor compromiso de todos los Poderes y órdenes de gobierno, así como de la sociedad.
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La tarea de reformar al Estado es impostergable.
México exige la voluntad y el compromiso de todos.
Los actores políticos tenemos la responsabilidad de procurar cambios que propicien una mayor inclusión social y un crecimiento sostenido.
La sociedad aún reclama de nosotros una reforma hacendaria integral, para dotar al Estado de los recursos que le permitan cumplir mejor sus obligaciones y promover el desarrollo.
México demanda también reformas a nuestros sistemas de seguridad social y de pensiones del sector público, para garantizar su viabilidad y aliviar la carga financiera a las próximas generaciones.
La nación exige que tomemos las decisiones necesarias en el sector energético y en la legislación laboral, para fomentar la inversión productiva, la generación de empleos y la competitividad de la economía.
La sociedad demanda decisiones de nuestra parte para fortalecer el sistema judicial, a fin de ganar la batalla contra la delincuencia y por la seguridad.
Requerimos también de cambios que profundicen la reforma política, para actualizar los mecanismos de la gobernabilidad democrática.
Tenemos una cita pendiente con el futuro y es momento de asumirla.
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El mundo ha seguido y seguirá su marcha; continuará cambiando y modernizándose. Para acelerar el paso y avanzar al ritmo que demanda México, debemos tomar las decisiones que el país requiere.
Esto entraña conocer las razones de todos y ponderar las propuestas de todos. Pero, ineludiblemente, entraña también acordar lo mejor para México y comprometernos a respaldar el acuerdo de la mayoría.
Con la perspectiva de cinco años de gobierno, puedo afirmar, sin ningún tipo de interés personal, que posponer estas decisiones implica graves costos para el desarrollo de la nación. Tarde o temprano tendremos que afrontarlas.
Abramos cauces al porvenir.
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Sin diálogo no hay acuerdo; sin acuerdo no hay avance.
Las democracias se fundan en la negociación y se consolidan en los cambios legislativos.
Lo ocurrido en estos cinco años ha dejado una gran lección. En una democracia con gobierno sin mayoría legislativa, es responsabilidad del Ejecutivo procurar que fluyan los acuerdos para favorecer la acción pública.
Al mismo tiempo, es deber del Legislativo dotar a la República de leyes que propicien su desarrollo y respondan a los intereses de la ciudadanía.
La magnitud de las tareas pendientes exige imprimir mayor dinamismo al cambio; exige que pongamos a México en sintonía con las grandes transformaciones mundiales. Es mucho lo que aún podemos y debemos hacer.
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México merece grandes decisiones.
La nación exige que los actores políticos asumamos el lugar que nos corresponde en la representación del interés nacional.
Hago un llamado respetuoso a este Honorable Congreso para que convirtamos el debate democrático y la pluralidad de ideas en nuestra mayor fuente de innovación y nuestra mayor fortaleza.
El acuerdo es la fuerza transformadora de la historia.
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Hemos construido demasiados muros y pocos puentes.
Esto lastima la voluntad popular y desalienta a los ciudadanos. Hoy más que nunca es imperativo que la política sea la base de nuestro sistema democrático.
La gobernabilidad exige más puntos de encuentro para alcanzar entendimientos básicos y favorecer nuevos equilibrios.
Ella exige que demos a nuestro actuar sustento en los valores de la ética pública: la honestidad, la responsabilidad y el cumplimiento de la palabra empeñada.
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Hoy reitero mi compromiso con la democracia.
En democracia, la autoridad debe aceptar sus límites. Siempre es preferible actuar bajo criterios democráticos, que aducir un principio de autoridad que derive en autoritarismo.
El gobierno es un medio y no un fin en sí mismo.
El gobierno debe ser el instrumento para promover la subsidiariedad y contribuir al desarrollo pleno de las personas; debe fomentar el bien común, que no es otra cosa que la vida digna de la patria.
Quienes tenemos la responsabilidad de representar a los ciudadanos no podemos guiarnos por pasiones personales ni imponer a otros las exigencias que no rigen nuestra propia conducta.
Todo aquel que, desde el gobierno, defraude la confianza del pueblo de México debe ser castigado. La ley es una y la misma para todos.
Gobernar es servir; servir a los demás, sin reivindicar ningún interés personal.
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Ésta es la hora de las y los ciudadanos. Nunca como hoy los ciudadanos están tomando en sus manos el destino de la patria.
Expreso mi reconocimiento a todos los demócratas, a los demócratas de todas las ideologías, por su invaluable aportación al cambio político. Las y los mexicanos han demostrado todo lo que son capaces de ser y de hacer.
La sociedad ha ganado una a una las muchas batallas por la democracia.
Gracias a los ciudadanos, México no es ni volverá a ser el mismo de antes. Gracias a las y los ciudadanos, México no dará marcha atrás.
Mi respeto y gratitud a todas las mujeres mexicanas. Su valentía para salir adelante y abrirse espacios en la sociedad es un ejemplo a seguir en la lucha por nuestros anhelos.
Sus triunfos lo son también de toda la sociedad.
Los jóvenes encarnan los más profundos ideales del cambio democrático. Su creatividad, su energía y capacidad de superación son cualidades indispensables para alcanzar nuestros sueños. México confía en ellos.
En cada uno de los pueblos indígenas encontramos las huellas de nuestros orígenes y la dignidad del ser nacional. Hoy quiero reiterarles mi admiración. Ellos nos han enseñado el valor de la integridad, la enorme riqueza de las tradiciones y la sabiduría del actuar colectivo.
La democracia es fuente de confianza para todas y todos los mexicanos. Nuestra democracia se ha impuesto el reto de brindar más oportunidades a quienes viven con las mayores carencias.
Los que menos tienen han demostrado tanto valor como el que más: valor para exigir y para luchar, valor para vivir. Su determinación nos muestra el camino hacia el progreso; su determinación es un reclamo silencioso que debemos escuchar.
Todos ellos, la sociedad entera ha sido la verdadera protagonista de la transición. Con una clara conciencia cívica, los ciudadanos han logrado que los asuntos de interés nacional hoy sean verdaderamente públicos.
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La democracia es la voz de la voluntad ciudadana.
Al ejercer el derecho al voto, el próximo 2 de julio, las y los ciudadanos, en México y ahora también en el extranjero, reafirmaremos la vigencia de la soberanía popular como el fundamento de nuestro régimen democrático.
Por convicción y por obligación, actuaremos con estricto apego a la ley. Por mandato ciudadano y por imperativo histórico, el proceso electoral de 2006 recibirá un trato imparcial de este gobierno.
Contribuiremos con las autoridades electorales para que los comicios se realicen en un marco de apertura y libertad; de respeto y tolerancia; de concordia y civilidad.
Las elecciones de Estado no regresarán.
Hoy quienes eligen son los ciudadanos.
Los mexicanos hemos hecho del voto el medio para preservar una vida política plural, pacífica y ordenada.
Quienes aspiran a recibir el respaldo mayoritario de los ciudadanos deben ser los primeros en ajustarse estrictamente a las leyes y en respetar las instituciones democráticas. Ésta es la mejor garantía de gobernabilidad.
Los candidatos y los partidos tienen la enorme responsabilidad de contribuir a que las elecciones sean legítimas, legales y limpias. De un proceso electoral así, México saldrá fortalecido.
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A lo largo de nuestra historia, ha estado presente la esperanza de llevar a México a la democracia. La firmeza de las convicciones colectivas hizo de esa esperanza una realidad.
En julio de 2000, la ciudadanía volcó en las urnas su exigencia de cambio; un cambio para preservar nuestros ideales de libertad y justicia.
La democracia ha valido la pena, porque la tolerancia es ahora un valor que une a la sociedad; porque se combate la discriminación y se respetan los derechos humanos.
La democracia ha valido la pena, porque la libertad ha derrotado al miedo.
La democracia nos ha dado mucho, porque los derechos sociales son el fundamento para ejercer nuestra libertad de construir un futuro de paz con equidad y justicia.
La democracia rinde frutos. Ella ha demostrado ser el camino hacia un México más fuerte en sus instituciones y más humano en su integración social.
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Nuestra democracia debe ser motor permanente de inclusión y renovación.
Tenemos la tenacidad para luchar por lo que queremos y la capacidad para cambiar el curso de la historia. Estamos obligados a actuar en el presente, mirando hacia el futuro.
La defensa de lo alcanzado nos exige seguir en la brega. Afrontémosla con pasión.
Acojamos causas comunes.
Nadie que actúe solo alcanzará logros plenos.
Hagamos virtud de nuestras diferencias.
Hoy el mandato de la sociedad es construir y avanzar, no obstaculizar o retroceder.
Hoy el mandato de México es unir, no confrontar ni dividir.
Hoy el mandato es escuchar y servir, no imponer.
Quienes nos precedieron en la lucha democrática nos enseñaron que la libertad y la justicia sólo se alcanzan con valentía y con responsabilidad.
Ellos sabían que el camino no era fácil; y aun así, lo emprendieron con heroísmo. No podemos ignorar sus enseñanzas.
Que las lecciones del pasado sean hoy la pauta para superar los retos del mañana.
Sigamos construyendo juntos el porvenir que desearon nuestros padres y abuelos, y que queremos heredar a nuestros hijos.
Sigamos construyendo juntos el México generoso que merecemos.
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Señoras y señores legisladores:
Las omisiones de hoy serán los obstáculos del futuro.
Todos estamos sujetos al examen de la historia, y su juicio es implacable.
Pensemos con visión de Estado.
Pensemos con sentido histórico.
Asumamos con entereza y dignidad el lugar que nos corresponde en el capítulo de nuestra democracia.
Actuemos con entrega y amor a México.
Actuemos con toda la grandeza de las decisiones que hoy exige la patria.
Muchas gracias.